martes, 19 de julio de 2016

José Benitez Montilla

Sus obras plagadas de homúnculos, espinas, concertinas y lunas reflejan un realismo feérico y bello. Los acabados de sus obras los convierten en objetos estéticos que se unen a la pared de exposicion. 
Técnica, imaginacion e inquietud

domingo, 17 de julio de 2016

Ismael Gonzalez de la Serna

No existe la Escuela de Paris. Nunca existió. Existieron Picasso y adláteres, del mismo modo que hubo Jesús y discípulos, Confucio y los sabios o Ziggy Stardust y las Arañas de Marte. Gertrude Stein, Soutine, Kissling, Tériade o el mismo Zervos no respiran sin el aire que les insufló el genio de Málaga, y pensar otra cosa es caer en la inveterada trampa del chauvinismo galo. Lo dicho no excluye que en esa Escuela hubiera también genios, con la maldición de haber caído en el mismo espacio-tiempo que don Pablo: unos justamente reconocidos, como el gran Juan Gris, y otros que prefirieron pasar, como Ismael González de la Serna, granadino, primo del gran Ramón y protegido y amigo de Picasso. Hasta el punto de que éste asimiló a ambos en genio, y compartieron tardes y épocas pintando juntos. Al final, De la Serna falleció en una suerte de autoimpuesto exilio, apartado de oropeles, galerías y homenajes. Pero su obra sigue, y habla por sí sola desde las paredes de los mejores museos del mundo.